El concepto de sostenibilidad puede definirse como una forma de equilibrar la sociedad, la economía y el ambiente con el fin de asegurar que las generaciones futuras tengan acceso a los mismos recursos naturales que nosotros. Desde los años 60, se ha debatido el impacto humano en el ambiente y de ahí han resultado nuevos conceptos y estrategias para ayudar a combatir el creciente problema de la contaminación ambiental, una amenaza a la sostenibilidad global y a la humanidad como un todo.

 

Uno de esos conceptos es la economía circular.

Una alternativa sostenible a la economía lineal (que se basa en un modelo de producción de “tomar, hacer, usar y desechar”), la economía circular se dirige hacia la eliminación de los residuos y a la promoción del uso continuado de recursos a través de la reutilización, refabricación y reciclaje. Bajo este modelo, los productos y todo su ciclo de vida son programados para minimizar el aporte de recursos y la creación de residuos, contaminación y emisiones de carbono. Idealmente, el ciclo de vida de un producto sería 100% eficiente si en su fabricación, utilización o eliminación no se generara ningún residuo u otro tipo de contaminación. 

 

Este modelo se funda en el estudio de sistemas biológicos no lineales y está influenciado por el biomimetismo, particularmente, en el diseño “cradle-to-cradle” (“de la cuna a la cuna”). Al contrario de los modelos llamados “cradle-to-grave”, (“de la cuna a la tumba”), este planteamiento del diseño de productos y sistemas utiliza los procesos de la naturaleza como modelos para la industria humana, viendo los recursos como nutrientes que circulan en metabolismos sanos y seguros.

 

En términos prácticos, esto significa que los materiales utilizados para crear un producto deben, en última instancia, volver a la naturaleza como recurso regenerativo en forma de compostaje, o ser utilizados como recurso para otro proceso industrial. Para que esto sea posible, los productos necesitan un diseño y un desarrollo a través de procesos que no generen ningún residuo y que permitan su reutilización o reciclaje infinitos.

 

¿Pero cómo pueden las empresas beneficiarse de todo esto?

En un giro no tan sorprendente, la economía circular puede beneficiar no solo el ambiente sino también a las empresas que adoptan estas prácticas. Por ejemplo, asegurando que todos sus productos y embalajes están diseñados para promocionar su reutilización o reciclaje eficientes, y que son producidos utilizando materiales procedentes de otros productos de desecho, los fabricantes pueden reducir significativamente sus gastos en suministros.

Además, las empresas que adoptan prácticas sostenibles y las promocionan como parte de su estrategia de marketing pueden obtener una ventaja competitiva, ya que la conciencia medioambiental va en aumento, lo que significa que los consumidores se están decantando por marcas “más verdes” y empiezan a rechazar las que se quedan atrás en esta materia.

 

Un gran ejemplo.

Un gran ejemplo de este modelo es Sundeala, el mayor fabricante de materiales de exposición y presentación en Reino Unido. Con una base ecológica, es el único fabricante europeo de pizarras de fibra, 100% recicladas y reciclables. Sundeala tiene una política de Residuo Cero, así que nada se desperdicia en su proceso de fabricación – utilizan el agua del río Cam para descomponer las fibras de celulosa antes de ser prensadas; sus “residuos” del corte y lijado vuelven al proceso para crear nuevas pizarras; y el único subproducto es el agua que se limpia y se devuelve al ciclo natural del agua. No podría ser más circular que esto, ¿verdad?

Los modelos de negocio circulares pueden ser tan rentables como los modelos lineales sin bajar la calidad de los productos ni la calidad de vida de los consumidores. Es importante que más y más empresas sigan este ejemplo y empiecen a adaptarse a esta nueva realidad, implementando procesos más respetuosos con el medio ambiente, aunque sea de forma gradual, para minimizar sus residuos, su utilización de recursos y su impacto en el medio ambiente.